miércoles, noviembre 22, 2006

Primera piedra.

Las 3 y 15 en la madrugada.

Mi primer trabajo remunerado como actriz. Debut en el Teatro más bonito de mi ciudad (antigua).
[...al final todo queda en casa...]
Obra de Woody Allen, fea, sí; mediocre en cierto modo, pero de Woody Allen al fin y al cabo.



Y de repente, la primera de mis decisiones profesionales que tomar: ¿volverme durante un trimestre para allá para comenzar a trabajar en serio en el teatro (podría ser una de las '3 hermanas' de Chéjov!) o seguir mi formación en todos los sentidos como estoy haciendo a diario en MI ciudad (la actual)?

Respuesta: INSOMNIO, ya ves.

Y es que no es fácil elegir!!! Ya lo he dicho hasta la saciedad, pero si cada decisión ahora más que nunca marca mi futuro... ¿estoy haciendo lo correcto quedándome aquí? ¿o debería darme esos tres meses de retorno para comenzar en lo que realmente deseo?
Serían demasiadas las cosas que dejaría de lado aquí: la vida que me estoy forjando, mi gente, mis momentos en soledad, mis momentos en compañía... mi aprendizaje más allá de las aulas... pero al fin y al cabo mi objetivo es ese, morir sintiéndome realizada con lo que he hecho en vida, y que es eso sino resprirar sobre los escenarios?

AAAARrrrrrGGGGgggghhhhhHHH!!!!!!

En esta generación de "mileuristas" (dicen para catalogarnos) que me toca vivir donde casi nadie trabaja de lo que desearía porque no podemos, porque no llegas a final de mes si no te prostituyes tras un mostrador tanto de un restaurante de comida rápida como en una bocatería o recepción con un (puto) sueldo de mierda de incluso menos de 6 euros la hora, me sale un posible trabajo bien pagado de lo que deseo y lo rechazo para seguir formándome, como el resto de jóvenes a los que nos engañan diciéndonos que cuanto más culto y más preparado estés mejor te va a ir todo... ¡QUÉ IMPOTENCIA!

Pero nadie hace(mos) nada. Seguimos sucumbiendo ante "lo que hay" porque o te montas al carro o te quedas descolgado...

CONCLUSIÓN: INSOMNIO, una tila y un par de vodkas con tónica para poder olvidar por unas horas entresueños que la vida no es tan fácil como parecía en los libro de Teo.

¡Qué duro "hacerse mayor" día a día! No. Mejor: ¡Qué duro ser consciente de que vas haciéndote más mayor día a día!
(Llevo un rato leyendo mis entradas desde que abrí este blog... y me doy cuenta de que ha sido una "auto-terapia de psicoanálisis" enorme! poco a poco he ido desubriendo mis problemas, mis 'miedos y soledades'... las verdades que a veces callo... ¡mi esencia!)

Escucho la banda sonora de Grandes Esperanzas.
¿Cuando me dormiré?

...

No sé porqué, pero estoy sonriendo... por lo menos ahí queda mi "primera piedra": una obra de Woody Allen...

Cry baby... ¡cry baby!

(Las 3 y media de la madrugada. Me voy al baño.
...Creo que ya comienzan a pesar mis pestañas...)

domingo, noviembre 19, 2006

uN pASEO pOR lAS ¿nUBES?

Llevo 24 horas metida en estas cuatro paredes. No aguanto más.
Me ducho. Me visto. Me abrigo bien la garganta para no recaer de nuevo y pasarme otras tantas horas entre sábanas mirando al techo mientras la vida pasa tras esos cristales que cierro para no ser vista desde la calle.
Me coloco bien la música en los oídos para abstraerme del ruido de la ciudad y salgo de casa. Dos cd's: Uno para desfogar mi adrenalina y andar más enérgicamente al ritmo de la música, una mezcla de temas de punk y rock de finales de los 70' a hace unos pocos años, y otro, por si acaso se me ocurre sentarme a pensar o escribir en un momento dado, de Jazz (últimamente Jamie Cullum pasa muchas horas conmigo en la habitación).
Bajo mi avenida eterna pero, como siempre, por las calles colindantes. Me desvío. Decido pasar el puente que cruza por encima de la castellana. Está anocheciendo. ¡Qué vistas más bonitas desde aquí! El cielo como rosáceo pero el aire frío. Me encanta que esté llegando el invierno. Veo el edificio del 'ABC' que ahora es un centro comercial y me indica dos cosas: que me estoy adentrando en la parte noble de la ciudad y que entre la nobleza la Navidad ya ha llegado (antes incluso que al Corte Inglés!).
Serrano. Calle Serrano. Veo un "banco privado" (me pregunto en ese momento cual será la diferencia... ¿Que no dependen del Banco Central? ¿Qué es como guardar el dinero en un colchón pero que en vez de tenerlo en tu casa te lo guardan ahí en un colchón enorme con forma de caja fuerte?) La economía no es lo mío, de manera que sigo. Serrano decía. Veo que en un edificio de oficinas de la acera de la derecha hay luces. Es Domingo, pero el edificio tiene luces de oficina

encendidas. Entonces me imagino la típica vida de los yuppies que trabajen ahí, con la mítica foto de familia sobre el escritorio y un teléfono por el que hablar con ellos, con su mujer, poniéndoles excusas de trabajo para no ir a cenar mientras la compañera de enfrente le hace un guiño y piensa en el traje que se pondrá en la cita de esa noche. Ese edificio de finales de los ochenta cuando el deseo de ganar dinero y ser el mayor empresario del momento invadían las perspectivas de vida de millones y millones de alienados capitalistas haciendo que su vida fuese igual a su trabajo (pero qué edificios más modernos tenían...¡qué ventanales formando la pared que daba a la calle! Sí hijos míos. Una jaula de cristal... pobrecitos).
El caso es que sigo caminando porque tengo muy claro dónde quiero perderme hoy.

Escaparates. Lujo. Ostentación. Botas de piel de 2.200 euros, sombrerea de 3.500, chaquetas de cuero de casi 6.000. Gucci, Chanel, Cartier, Prada, Armani... Dejo mi aliento pegado a estos cristales alucinando como siempre que he pasado por aquí. Se crea la lucha interna que siempre tiene el ser humano: ¡con ese traje podríamos conseguir el agua necesaria de cualquier país de Africa! pero qué cosa poder vestirlo en alguna ocasión especial... algún día...

Me cruzo con matrimonios secos que huelen a perfumes caros por la calle. Una mujer no puede ni sonreír de lo que le pesa el maquillaje de su cara. Imagino sus casas y no sé por qué sobre todo sus cuartos de baño, su despertar en una mañana de fin de semana como éste. Cómo se levantaran de su cama color crema, ordenada, cara y limpia (pero tan aburrida...) y se dirigirán al baño, primero él afeitándose con esmero, dándose el 'afterseive' con un gran espejo que cubra toda la pared sobre la encimera de marmol (de tonos crema también), se secará el pelo y después, mientras ella todavía holgazanea en su enorme cama, se vestirá de punta en blanco y saldrá a comprar su ABC. Mucho silencio. Mucha paz. No hay por qué preocuparse, la vida está resuelta. "La empresa va bien cariño, puedes seguir tomándote tu café con bollo de media tarde con Mamen y Cova en la cafetería más entrañable de la zona."


Y empieza mi desasosiego. ¿Será ese mi futuro? Todo para ellos va bien. Pueden viajar incluso y vivir cómodamente... ¡Pero yo realmente no puedo soportar una vida así! No quiero. ¡No quiero vivir porque sí, porque hay que matar el tiempo que nos queda hasta que se acabe para siempre! No sería más feliz dentro de todos aquellos vestidos que lucir en los restaurantes más caros de la ciudad si mi vida es tan aburrida y seca como la piel de estas mujeres estiradas y untadas en ungünetos antiedad que me cruzo.

¿Qué será de mí mañana?

Porque es ahora cuando estoy marcando ese futuro que algún día llegará... y no sé cómo hacer para que sea la vida que deseo, para conseguir aprovechar mi existencia... en realidad ni siquiera sé qué vida quiero o me haría feliz.

Sigo caminando calle abajo. Llego a Goya. Las tiendas ya huelen a Navidad. Abundan el color rojo y las luces cálidas. Me acuerdo de mi casa, como siempre pasa cuando ves a la gente pasear en familia bajo sus abrigos y gorros.
Conforme voy acercándome a la Plaza de Colón el 'status' se va normalizando a mi alrededor. Ya no me siento un pulpo en un garaje.
Termino mi paseo de tres horas de huída de mi misma sentada en la barandilla de la parada de metro que da hacia la plaza con la descomunal bandera de España que plantaron allí años atrás. Junto a ella una enorme noria. Debajo, puestos de feria.

Tranquilidad pese a los coches... (ahora sí suena Jamie Cullum)
Sonrío.

Una estampa nacional muy simbólica,
Sí señor.


Bajo las escaleras del metro y desaparezco bajo la tierra.
Vuelta al mundo real, (a las compras en el 'Lidl'), a las calles estrechas y desordenadas con pequeñas tiendas y algún que otro bazar chino... a lo que hoy por hoy me llena a mí más.

Me voy a la filmoteca. Ya llego tarde y Greta Garbo no espera.

(P.D: Definitivamente Sansón no perdió la fuerza cuando le cortaron el pelo. No pudo evitar enamorarse de Dalila
y se hizo débil.
Eso fue)

Para empezar, diré que es el final.

sábado, noviembre 18, 2006

Mil pequeñas cosas (que olvido)

Estoy perdiendo la memoria y me da miedo. No sé por qué me pasa pero no puedo fijar en mi mente las ideas que me han pasado y he dicho "estas son buenas para ecribir sobre ellas", olvido los planes que he hecho de un día para otro o para toda la semana. Veo cosas y noticias que me interesan sobre una película, una exposición o simplemente lugar donde ir y luego no recuerdo qué cosas había visto y leído. Me aterroriza cuando pienso en decir algo y no sé si ya lo he hecho, con la triste consecuencia de que al final acabo contando lo mismo a la misma persona 7 veces...

¿Qué me está pasando? Tengo que apuntar mil cosas en la agenda pero es que incluso en ocasiones no recuerdo que podría apuntarlo!

Juro que estoy muy asustada.

Juro que tengo un 'overbooking' de ideas o pensamientos que bloquean tres cuartas partes de mi cerebro.

¿Me estoy volviendo tonta? ¿Es posible algún tipo de alzheimer juvenil o algo asi?

y en mi hipocondria habitual ya me pienso que esto es malo.

Al ponerme el nombre... ¿Creé mi propio destino de desmemoria?

Me elevo donde yo puedo ver/ lo que en vida no pude hacer

domingo, noviembre 12, 2006

Dios te salve San Bill, me he enamorado de un espetec


Propongo que santifiquen a Bill Gates: San Bill, patrón de las adicciones. Así al menos tendría a quien rezar por las noches para que cuide mi ordenador (cada uno se engancha a la droga que más le satisface, que pasa?)
Pero como no existe y no estoy puesta en lo del santoral y sus especialidades, no puedo rezar y así está mi pobre bicho enfermo si no es siempre, cada dos por tres y cada vez tarda más en recuperarse.

Con lo cual, abandono este cuadernillo de bitácora y después sólo puedo escribir de algunas cosas que todavía recuerdo.

Por ejemplo:


Me he enamorado. Sí. Pero creo que no es muy normal lo que me pasa. ¡Me enamoré de una persona por la manera en que cortaba el Espetec! Si si. Parece un chiste, o que lo digo por decir, pero es que ¡no lo vísteis!
Eran las 8 de la mañana más o menos de una noche en la que yo pretendía volver a casa a eso de las 3 sin gastarme apenas dinero porque 'no tocaba', pero varias llamadas de un amigo me insitían en dejar los pequeños locales que estaba descubriendo por el barrio de Lavapiés para unirme a ellos, pese a la lluvia que calaba hasta más adentro de los propios huesos (hasta esa sustancia que se comen los perros cuando les das las sobras de los banquetes en los días de guardar). Convencida porque había vuelto su amigo (él, que después de repente, sería el especialista del espetec) para pasarlo tan bien como cuando trasnochamos la última vez, llegué a la esquina de Montera con Gran Vía y comenzamos a andar hacia el primer local que pillásemos abierto y con buen ambiente. El caso es que bailamos y bailamos y nos reímos y hablamos toda la noche. De nuevo la música había hecho pasar las agujas del reloj más rápido de lo normal y cuando quise darme cuenta ya era casi de día. Incansable el amigo común entre el espeteccialista y yo quería seguir saltando en cualquier lugar donde no lloviera, pero nosotros, básicos e instintivos como los animales, sólo teníamos ganas de comer y dormir (dejemos la reproducción para otro momento, era demasiado tarde), así que fuimos a la casa donde ellos vivían esa noche.
Y fue ahí, mientras mi amigo y yo hablábamos bajito sentados en el sofá, donde pasó el milagro! (San Bill?). No sé si era la cocina roja americana de barra sin pared que daba hacia nosotros o la luz directa sobre la espalda masculina del tipo (las espaldas siempre serán mi punto debil), pero no podía retirar mi mirada de él, ¡de sus manos! ¡¡de cómo cortaba el espetec!!. Cogía el salchichón ese, la porra esa, con cuidado, quitaba el plástico y, con cuidado, cortaba las rodajas finas finas, como si no quisiera que nadie se puediera atragantar con el envoltorio blanco que da sabor pero se atraviesa en las gargantas. Con cuidado pero sin darle importancia, apenas sin mirar mientras hablaba con nosotros con ese deje gallego tan suave. Y de pronto yo me estaba imaginando cómo sería mi vida con él en aquella cocina americana roja que daba a ese salón con aquel sofá enorme donde yo hablaba embobada, tumbada, absorvida por el magnetismo ese que tienen los sofás cuando tienes mucho sueño. Imaginaba cómo cogería las rodajas de espetec y me las traería al sofá después para sentarse a mi lado y abrazarme y ver la tele bajita sin despertar a nuestros hijos hasta que se acabara ese plato que el había preparado en la cocina... Desperté de mi demencia post-juerga y me planteé que a lo mejor de lo que me había enamorado no era de él, ¡sino del salchichón que tenía entre las manos! Ante esta conclusión que me hizo espantarme de mí misma, decidí que ya era hora de dormir unas cuantas horas del tirón y dejar que "mañana sea otro día". Me despedí, saqué fuerzas de lo más profundo de mis huesos que ya estaban secos y volví a mi casa todavía en estado de shock.


Y es que, cuando cuento esta historia, no puedo evitar reírme y que la gente se ría de lo que cuento, pero es cierto y ahora me doy cuenta.


Me enamoré de un espetec.

Son cosas que pasan.

¡He vuelto!

Patience - Micah P. Hinson - Tu vida en 65'