domingo, noviembre 19, 2006

uN pASEO pOR lAS ¿nUBES?

Llevo 24 horas metida en estas cuatro paredes. No aguanto más.
Me ducho. Me visto. Me abrigo bien la garganta para no recaer de nuevo y pasarme otras tantas horas entre sábanas mirando al techo mientras la vida pasa tras esos cristales que cierro para no ser vista desde la calle.
Me coloco bien la música en los oídos para abstraerme del ruido de la ciudad y salgo de casa. Dos cd's: Uno para desfogar mi adrenalina y andar más enérgicamente al ritmo de la música, una mezcla de temas de punk y rock de finales de los 70' a hace unos pocos años, y otro, por si acaso se me ocurre sentarme a pensar o escribir en un momento dado, de Jazz (últimamente Jamie Cullum pasa muchas horas conmigo en la habitación).
Bajo mi avenida eterna pero, como siempre, por las calles colindantes. Me desvío. Decido pasar el puente que cruza por encima de la castellana. Está anocheciendo. ¡Qué vistas más bonitas desde aquí! El cielo como rosáceo pero el aire frío. Me encanta que esté llegando el invierno. Veo el edificio del 'ABC' que ahora es un centro comercial y me indica dos cosas: que me estoy adentrando en la parte noble de la ciudad y que entre la nobleza la Navidad ya ha llegado (antes incluso que al Corte Inglés!).
Serrano. Calle Serrano. Veo un "banco privado" (me pregunto en ese momento cual será la diferencia... ¿Que no dependen del Banco Central? ¿Qué es como guardar el dinero en un colchón pero que en vez de tenerlo en tu casa te lo guardan ahí en un colchón enorme con forma de caja fuerte?) La economía no es lo mío, de manera que sigo. Serrano decía. Veo que en un edificio de oficinas de la acera de la derecha hay luces. Es Domingo, pero el edificio tiene luces de oficina

encendidas. Entonces me imagino la típica vida de los yuppies que trabajen ahí, con la mítica foto de familia sobre el escritorio y un teléfono por el que hablar con ellos, con su mujer, poniéndoles excusas de trabajo para no ir a cenar mientras la compañera de enfrente le hace un guiño y piensa en el traje que se pondrá en la cita de esa noche. Ese edificio de finales de los ochenta cuando el deseo de ganar dinero y ser el mayor empresario del momento invadían las perspectivas de vida de millones y millones de alienados capitalistas haciendo que su vida fuese igual a su trabajo (pero qué edificios más modernos tenían...¡qué ventanales formando la pared que daba a la calle! Sí hijos míos. Una jaula de cristal... pobrecitos).
El caso es que sigo caminando porque tengo muy claro dónde quiero perderme hoy.

Escaparates. Lujo. Ostentación. Botas de piel de 2.200 euros, sombrerea de 3.500, chaquetas de cuero de casi 6.000. Gucci, Chanel, Cartier, Prada, Armani... Dejo mi aliento pegado a estos cristales alucinando como siempre que he pasado por aquí. Se crea la lucha interna que siempre tiene el ser humano: ¡con ese traje podríamos conseguir el agua necesaria de cualquier país de Africa! pero qué cosa poder vestirlo en alguna ocasión especial... algún día...

Me cruzo con matrimonios secos que huelen a perfumes caros por la calle. Una mujer no puede ni sonreír de lo que le pesa el maquillaje de su cara. Imagino sus casas y no sé por qué sobre todo sus cuartos de baño, su despertar en una mañana de fin de semana como éste. Cómo se levantaran de su cama color crema, ordenada, cara y limpia (pero tan aburrida...) y se dirigirán al baño, primero él afeitándose con esmero, dándose el 'afterseive' con un gran espejo que cubra toda la pared sobre la encimera de marmol (de tonos crema también), se secará el pelo y después, mientras ella todavía holgazanea en su enorme cama, se vestirá de punta en blanco y saldrá a comprar su ABC. Mucho silencio. Mucha paz. No hay por qué preocuparse, la vida está resuelta. "La empresa va bien cariño, puedes seguir tomándote tu café con bollo de media tarde con Mamen y Cova en la cafetería más entrañable de la zona."


Y empieza mi desasosiego. ¿Será ese mi futuro? Todo para ellos va bien. Pueden viajar incluso y vivir cómodamente... ¡Pero yo realmente no puedo soportar una vida así! No quiero. ¡No quiero vivir porque sí, porque hay que matar el tiempo que nos queda hasta que se acabe para siempre! No sería más feliz dentro de todos aquellos vestidos que lucir en los restaurantes más caros de la ciudad si mi vida es tan aburrida y seca como la piel de estas mujeres estiradas y untadas en ungünetos antiedad que me cruzo.

¿Qué será de mí mañana?

Porque es ahora cuando estoy marcando ese futuro que algún día llegará... y no sé cómo hacer para que sea la vida que deseo, para conseguir aprovechar mi existencia... en realidad ni siquiera sé qué vida quiero o me haría feliz.

Sigo caminando calle abajo. Llego a Goya. Las tiendas ya huelen a Navidad. Abundan el color rojo y las luces cálidas. Me acuerdo de mi casa, como siempre pasa cuando ves a la gente pasear en familia bajo sus abrigos y gorros.
Conforme voy acercándome a la Plaza de Colón el 'status' se va normalizando a mi alrededor. Ya no me siento un pulpo en un garaje.
Termino mi paseo de tres horas de huída de mi misma sentada en la barandilla de la parada de metro que da hacia la plaza con la descomunal bandera de España que plantaron allí años atrás. Junto a ella una enorme noria. Debajo, puestos de feria.

Tranquilidad pese a los coches... (ahora sí suena Jamie Cullum)
Sonrío.

Una estampa nacional muy simbólica,
Sí señor.


Bajo las escaleras del metro y desaparezco bajo la tierra.
Vuelta al mundo real, (a las compras en el 'Lidl'), a las calles estrechas y desordenadas con pequeñas tiendas y algún que otro bazar chino... a lo que hoy por hoy me llena a mí más.

Me voy a la filmoteca. Ya llego tarde y Greta Garbo no espera.

(P.D: Definitivamente Sansón no perdió la fuerza cuando le cortaron el pelo. No pudo evitar enamorarse de Dalila
y se hizo débil.
Eso fue)

Para empezar, diré que es el final.

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