martes, julio 04, 2006

Con Faldas y a lo Loco

Durante siete días al año las calles de esta pequeña ciudad, donde ahora ya sólo vengo en vacaciones, se deshiniben y quitan los colores grises que la cubren durante el resto del aburrido y adormilado año. De pronto la fiesta es lo que ocupa las 24 horas del día de todo ser viviente. No hay apenas obligaciones, no hay penas ni vergüenzas... sólo placer.
El hedonismo se pinta en blanco y rojo


y las sonrisas quedan grapadas en las comisuras que la boca forma con la cara. Costuras sólo rotas para entonar cánticos, empinar el codo y esputar esa especie de piropos al sexo opuesto (o no).


El caso es que de pronto la música invade las calles y los instintos más primarios de los seres humanos surgen a la luz... ¡y son felices!

Y digo yo: ¿acaso no es necesaria la felicidad en nuestra vida? ¿No es un pilar para sobrellevar nuestra existencia? Entonces, ¿por qué son sólo durante estos siete días que la gente hace realmente lo que quiere? ¿Por qué durante los otros 358 días del año (+ o -) todo es tan opaco, tan corriente...?
Está claro, el pueblo vuelve a necesitar 'pan y circo' aunque disfracemos la modernidad con grandes prisas y afanes de superación y de ascensión dentro del planeta del consumo.


En este lugar donde parece que haya una tabla que rasa a todos los habitantes y no les deja salirse de esa media, hay siete días en los que la gente se agrupa y se deja llevar por sus deseos.
Claro está que toda una vida así sería inviable, se convertiría en 'lo normal' de lo que quisieramos escapar (imaginan?), pero es tan increible cómo todas las represiones que nos han inculcado desde niños de pronto desaparecen, y todo parece permitido...

Somo 'Increibles Hulks' rompiendo las camisas que nos limitan; dentro de unos días volverá el carcelero a cuestionarnos si está bien el placer, la alegría... y las cadenas de nuevo nos atarán...
Pero, en fín, mientras tanto los guiris creerán que somos la mejor ciudad, Hemingway seguirá deleitándonos con sus historias increíbles vividas en nuestras tierras plasmadas en la inmortalidad de las letras, aumentarán las amistades con todos aquellos que durante el año han sido sólo 'holaquétales'...
[y los jóvenes 'autóctonos' volverán a sacar su faceta para con las mujeres de rancios obreros babosos que durante el año han guardado en el fondo de un cajón (o, algunos, del armario)].

El olor a alcohol rancio y orines en las esquinas, la alegría de las peñas y las bandas de música sonando a todas horas en cualquier callejón, los himnos populares y el folklore en trajes largos al ritmos de gaita y tamboril. Las noches inconclusas que enlazan en cadena olvidando que el día todavía existe.
Hay quien conoce que por algún lugar pasan los toros, otros todavía hoy siguen a un tal santo por las calles recién levantadas de la resaca de la juventud.
Diversidad y vida para una ciudad muerta.
¡Viva San Fermín!

"...Y en tu ausencia las paredes se pintarán de tristeza..."












P.D: Qué guapa que era Marilyn (a la par que mala actriz... todo hay que decirlo)... y cómo me encandila 'el Jack' (Lemon - limón)

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